Saturday, 1 December 2018
Confesión del Torturado...
En el año 2003, Ibn al-Shaykh al-Libi, dirigente de Al Qaeda, fue torturado hasta que confesó que Irak lo había entrenado en el uso de armas quimicas y biológicas. Acto seguido, el gobierno de los Estados Unidos blandió alegremente su testimonio para demostrar que Irak merecía ser invadido.
Poco después, se supo: como de costumbre, el torturado había dicho lo que el torturador quería que dijera.
Ese papelón no impidió que el gobierno de los EE.UU siguiera practicando y predicando la tortura, en escala universal, llamándola por sus muchos nombres artísticos: medio alternativo de coerción, técnica intensiva de interrogatorios, táctica de presión e intimidación, método de convencimiento…
Cada vez con menos disimulo, los más poderosos medios masivos de comunicación exaltan los méritos de esta máquina de picar carne humana, y cada vez más gente la aplaude, o por lo menos la acepta. ¿Acaso no tenemos derecho a defendernos de los terroristas y de los delincuentes que nos amenazan?
Pero bien lo sabían los inquisidores y bien lo saben, en nuestros días, los ladrones de paises: la tortura no sirve para proteger a la población. Sirve para aterrorizarla.
La burocracia del dolor tortura al servicio del poder que la necesita para perpetuarse. La confesión del torturado vale poco o vale nada. En cambio, el poder se arranca la máscara en las cámaras de tormento. El poder confiesa, torturando, que come miedo.
by Eduardo Galeano – Espejos
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment