Sunday, 10 July 2022

Una mala paz siempre será mejor que la guerra

                    .Ucrania: “Guerra: una masacre de personas que no se conocen entre sí en beneficio de personas que se conocen pero no se masacran entre sí”. – Paul Valéry.

Es más necesario que nunca, parar esta guerra y restablecer en la medida de lo posible el flujo de materias primas de primera necesidad a los mercados

Por Contrainformacion.es: En Alemania, uno de los países más tecnológicamente avanzados del mundo, la gente se está aprovisionando de leña y carbón para el invierno como si estuviesen en la Edad Media. Y no es para menos, su gobierno ha declarado el estado de emergencia energética. Las farolas de la calle andan a medio gas para ahorrar. Los políticos piden que no se use la bañera, que se acorten las duchas y se baje la calefacción. Nos piden que compremos electrodomésticos nuevos porque los viejos son «amigos de Putin». Se prevé el racionamiento del gas para este invierno. La patronal teutona pide que se levanten las sanciones al gas ruso para que no colapse la economía.

El país, cogobernado por los verdes, está reabriendo viejas centrales de carbón hipercontaminantes. Su gobierno va a tener que rescatar al consorcio energético Uniper, el mayor suministrador de gas del país, quizá formando parte de su accionariado. Francia ha decretado la economía de guerra y va a nacionalizar íntegramente la eléctrica EDF. La UE ha establecido un sistema de reparto del gas que obligará a los países que tengan más reservas a compartirlo con los que más lo necesiten, incluso si ello conlleva la imposición de restricciones a su población que Hungría ya ha dicho que no va a aceptar. En toda Europa se ha desatado una fiebre por la compra de kits de supervivencia e infiernillos de camping como si fuera a desatarse un mundo apocalíptico o distópico.

                                Por la inflación los países europeos están en llamas? 

La inflación en la zona euro está en máximos históricos. El BCE va a tener que subir los tipos para contener la inflación aunque ello nos acerque al abismo de la recesión. A pesar de la falta de gas, el otoño y el invierno vendrán calientes, como ya han avisado las centrales sindicales del Viejo Continente. Es inaceptable que, crisis tras crisis, los únicos que las sufran sean las clases trabajadoras, se rescate a las empresas con dinero público y que luego jamás se vuelvan a recobrar los niveles salariales previos. El euro se ha hundido en relación al dólar. Es Europa quien está pagando el precio de las sanciones mientras, en Estados Unidos, el complejo militar industrial se frota las manos, al igual que el sector de los hidrocarburos que está haciendo su agosto a costa de los pardillos europeos.

Una hambruna de proporciones bíblicas se acerca. Puede tener efectos devastadores en algunas regiones del planeta, donde se dejará sentir de forma más dura incluso que una guerra convencional.  Como efectos colaterales traerá más inestabilidad y, seguramente, una mayor inmigración del sur al norte, con todo lo que ello lleva aparejado.

La gasolina y, sobre todo, el gas parece que no tienen techo. Si algunas materias primas están bajando es porque ya nadie puede pagarlas, los mercados de futuros descuentan una contracción económica o una recesión. Muchos estados se endeudan más y más para frenar la escalada de precios aunque sus medidas pronto se ven sobrepasadas por la cruda realidad del mercado.

Los gobiernos avisan de lo peor vendrá durante el otoño y el invierno próximos. Winter is coming, decían en Juego de Tronos. Para solventar esta debacle, hemos tenido que esconder a Greta Thunberg mientras enterramos los objetivos de Kyoto y Paris; hemos hecho lo propio con Juan Guaidó y rehabilitado a Maduro y a los ayatolás. Imploramos a la OPEP que aumente su producción para suplir a los hidrocarburos rusos, pero han demostrado que no tienen capacidad para hacerlo ni tampoco mucha voluntad. A nadie le gusta tirar piedras sobre su tejado. Bueno… a nadie salvo a Europa, que parece haberle cogido al gusto a eso de las parafilias masoquistas. Es difícil saber si quien nos gobierna lo hace al servicio de Europa o de Estados Unidos.

Si se retira petróleo y gas del mercado, siendo como es un bien escaso, lo normal es que suba de precio porque habrá más países pujando por el mismo producto. Es una lección de primero de economía capitalista. Sin embargo, lo que está sucediendo es que Europa sigue comprando petróleo ruso pero a intermediarios —para dar la sensación de que se cumplen las sanciones— a un precio más elevado. Tal es la hipocresía de nuestros incapaces gobiernos. 

                     Conflicto en Ucrania: el número de refugiados se dispara mientras la guerra continúa

A pesar de la brutal campaña de propaganda puesta en marcha, cada vez más ciudadanos y ciudadanas europeas se preguntan ¿merece la pena? ¿Merece la pena abandonar el camino contra el sacrosanto cambio climático solo por dar una lección a Rusia?; ¿merece la pena empobrecer a la población europea con tal de doblegar a Rusia?; ¿merece la pena seguir en esta guerra provocada por las ansias de EEUU de conquistar todo el este de Europa?; ¿merece la pena matar de hambre a miles de personas en Asia o en África por hacer seguidismo de las políticas belicosas norteamericanas?; ¿merece la pena alargar la guerra para que mueran en ella decenas y decenas de miles de soldados ucranianos?. Esas son las cuestiones que deberíamos estar resolviendo democráticamente en las calles, en nuestros parlamentos y en las tertulias de café.

La guerra económica no está haciendo mella en Rusia como habían diseñado los estrategas de Washington y Bruselas. El rublo es la moneda con mejor desempeño de este año. Las importaciones de Moscú han generado muchos más ingresos que en periodos pasados. Únicamente la inflación plantea un pequeño problema, aunque en junio ha comenzado a bajar, al contrario que en Occidente, donde su ascenso es meteórico.

                            Los soldados ucranianos se rindieron mientras la moral se desplomaba

La guerra militar contra la OTAN la ganó Rusia, que ya ocupa un cuarto de Ucrania, una superficie mayor que toda Inglaterra. Junto con sus aliados tienen ya casi todas las regiones de mayoría rusa, es cuestión de semanas que consigan sus objetivos iniciales. No obstante, cuanto más tiempo corra, más probabilidad habrá de que se sumen otras provincias. Urge pues llegar a un acuerdo de paz cuanto antes o no quedará un centímetro de tierra ucraniana al este del río Dnieper.

Defender un terreno se logra con solo 1/3 del número de atacantes necesarios para conquistarlo. Cada posición donde se asienten Rusia y sus aliados habría que atacarla con un número de soldados de los que el ejército ucraniano ya, sencillamente, no dispone. Sus mejores efectivos, están heridos, muertos o hechos prisioneros. Lo que les queda son gente inexperta que mandan al frente a morir como carne de cañón. El gobierno busca nuevos soldados a la fuerza en centros de ocio y ya ha comenzado a reclutar obligatoriamente a mujeres. El mayor enemigo de Ucrania es quien maneja la guerra contra Rusia con soldados ajenos y los lanza a la picadora de carne. Cuando, con el tiempo, se hagan públicos los datos de soldados de Kiev caídos, muchos se llevarán las manos a la cabeza, seguramente se contarán por cientos de miles.

Es pues, más necesario que nunca, parar esta guerra y restablecer en la medida de lo posible el flujo de materias primas de primera necesidad a los mercados. Lo que sucede es que las manos anglosajonas que mecen la cuna de Zelensky aún no se lo permiten. De momento siguen en la ilusoria ensoñación de luchar hasta el último ucraniano para vencer a Rusia. Allá ellos.

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