“Quizá me haya acostumbrado tanto a las mentiras,
Los Placeres del Engaño
que la verdad me suena indecentemente falsa”
(Trainspotting, Danny Boyle, 1996, basada en la
novela homónima escrita por Irvine Welsh)
por | Fernando Buen Abad
A la mentalidad burguesa, patrocinadora de la más brutal metástasis de miedos rentables, le repugna vivir sin certezas negociables, cuando no las posee las inventa (o le paga a alguien para que se las invente) asà sea de forma placentera o efÃmera, como en la publicidad o como en las iglesias, por ejemplo. Fabrican toneladas de angustia reflejada ante la realidad, (como en la caverna de Platón) y con tal angustia pavimenta el camino de todas las negaciones y las resignaciones. Si el mundo es (como lo presentan desde la moral judeocristiana) un amasijo de amenazas que aterrorizan, la única verdad es la alegrÃa del engaño que consiste en aceptarlo todo tal como nos lo representan y defender, fanáticamente, lo que ofrezca algo de seguridad. Eso facilita asumir el engaño como la mejor realidad, como el mejor escudo que es mucho más placentero y fácil. La otra realidad es imposible enfrentarla porque nos muestra vulnerables, impotentes, frágiles… y para eso, mejor vivimos de ilusiones convencidos de que somos una humanidad creada para el engaño y por el engaño… en la vida “privada”, en la polÃtica, en la educación, en el arte… vivir de ilusiones sabrosas. Asà es la cosa desde Adan y Eva.
Un cantante de poca monta, y relativa fama en México, decÃa en uno de sus “éxitos”: “miénteme más que me hace tu maldad feliz”. ¿Por qué les gusta a algunos la mentira, qué placer produce la falsificación de lo que estamos viendo y viviendo? ¿Reina la “pereza mental”, la flojera de saber la verdad y asumirla? Freud conocÃa bien estas estrategias psicológicas a las que denominó “mecanismos de defensa” y que permiten alejar la realidad mientras no estamos preparados para enfrentarla. Existe una manÃa inducida de negar lo existente, que no es ignorancia (ni error) sino negación de conocer la realidad… y hacerla amable.
¿Qué es lo que nos hace disfrutar del engaño? Son múltiples las causas asociadas a lo doloroso y a lo irremediable. El final de la felicidad, de los amores… de la vida misma. En la Historia de la FilosofÃa se contabilizan cientos de corrientes idealistas acostumbradas a sembrar la idea de que de la realidad provienen todas las desgracias. De esos idealismos han vivido muchos filósofos, padres o padrastros del subjetivismo, el escapismo, el irracionalismo y los idealismos escolásticos seriales. Si la realidad es amenazante, incomprensible e incognocible… un vertedero demonÃaco de miedos y pavores… más nos vale huir y resguardarnos en alguna ficción, fantasma o falacia confortables como el vientre de una madre. El placer uterino por el engaño. Aquella canción del mal cantante con relativa audiencia, dice: “Voy viviendo ya de tus mentiras…”, “… más si das a mi vivir la dicha con tu amor fingido, miénteme una eternidad que me hace tu maldad, feliz. Y qué más da, la vida es una mentira, miénteme más, que me hace tu maldad feliz”. (Autor: Armando DomÃnguez Borrás)
Ha gastado el capitalismo millonadas de millonadas en convertir las falacias en placeres, y esa es una realidad abrumadora. Pero el disfrute del engaño comporta un grado de aberración que requiere tratamientos semióticos, sociológicos y psiquiátricos, entre muchas otras herramientas, para desentrañar el embrollo ideológico que nos ha fabricado la ideologÃa dominante. ¿Cómo combatir el masoquismo que se expide como goce por el engaño perpetrado por cualquier polÃtico mediocre, que promete cambios y paraÃsos, magia feliz en abundancia? ¿Cómo creerle, con placer, a la publicidad de jabones, tarjetas de crédito, automóviles o medicamentos milagrosos…? ¿Cómo creer que con dinero se puede comprar todo lo que nos salva de la realidad y de la lucha de clases?. Han invertido fortunas en enseñarnos a amar los estereotipos y las jerarquÃas de las mentiras, desde las “piadosas” hasta las “altas traiciones”. AsÃ, la mentira hecha placer, ha intoxicado a las Repúblicas y a las Democracias con falacias que no salvaguardan los derechos de todos, falacias (incluso jurÃdicas) que enmascaran la pobreza de las mayorÃas, que toleran los salarios mÃseros, que aceptan la intemperie para las familias, que reglan al poder al “crimen organizado”, que simplemente son incapaces de garantizar la salud pública… la vida institucional reducida a farsa bajo el yugo del Capital encaramado en los lomos de la especie humana. La gran farsa de que el capitalismo es una civilización en construcción. Que hay un capitalismo bueno: “Happytalism”.
No hemos completado las independencias, las revoluciones ni las modernizaciones. El “progreso” ha sido reducido a una inmensa “Fake News” para anestesiar electorados. Mintieron rentablemente los que saquean fortunas al Estado (dinero del pueblo) Aquà se miente sabrosamente. Se miente encarnizadamente, con talento de rufianes y cultura de autocomplacencia. Se miente sin necesidad y por placer, se miente a otros, y a uno mismo, como si la verdad fuese insuficiente e intrascendente, de poca monta y despreciable. Como si fuese siempre “terrible” y siempre “aburrida”. Se miente cuando se promete y cuando se roba, se miente en los presupuestos y en la efemérides, en las anécdotas y en las bitácoras. El gran problema es que la mentira, convertida en placer de masas, ha creado la atmósfera de desconfianza que a la burguesÃa le conviene, en un mercado de sospechas ominosas efectivas para descreer de todo. Vivimos una pandemia de falacias recÃprocas para hacer posible el sueño de la dominación perfecta, el control de las emociones, los sentimientos y los deseos. Falacias para forjar un totalitarismo y vivir la impunidad de falsificarlo todo anulando la conciencia y la voluntad de los pueblos. ¿Es una exageración? El uso de la mentira se ha relativizado; es una arma de guerra ideológica para asegurar el acatamiento disciplinado de las órdenes de manera rápida, ubicua y acrÃtica.
Guerra ideológica en situaciones de estrés, guerra para someter a un enemigo y que disfrute de su esclavitud sin presentar batalla. Campos minados con falacias que paralizan, regulan, anulan y confunden la voluntad y la capacidad de comprensión. Convierte a algunas personas en autómatas, sin habilidades crÃticas, sin conciencia de la realidad y con vergüenza de mostrar sus dudas. Está en marcha el rediseño, a escala mundial, de los aparatos de fabricación de falacias placenteras. Aparatos de colecta y diseminación de “Fake News” con el don de la ubicuidad y la velocidad para crear “consensos”. Cuando todos creen en la misma falacia todo parece más real. Trabajan en esto los más diversos “think tanks” obsesionados en destruir la capacidad crÃtica y la voluntad de emancipatoria de los pueblos para mover al mundo hacia un “Nuevo Orden” burgués al ritmo que conviene a los mercados y con una especie humana consumista convencida de que eso es vivir en “libertad”. Y disfrutarlo.
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