Saturday, 30 January 2021

Basta ya de engaños. Nos jugamos la vida y el Sistema Sanitario

                                 Cadáveres yacen durante días mientras Ecuador lucha por mantenerse al día con las muertes por COVID-19

  Basta ya de engaños. Nos jugamos la vida y el Sistema Sanitario

x CAS Estatal: Solo la derogación de las leyes privatizadoras y el blindaje de la sanidad pública evitarán el desmantelamiento que preparan.

Casi un año después del inicio de la pandemia y ya en la tercera ola, los peores augurios se han confirmado. Mientras la mayoría de la población condena la gestión de la crisis y el sistema sanitario público está en shock, es innegable, como ya denunciábamos, que la pandemia ha sido una oportunidad de negocio para los de siempre 1 , al tiempo que ha permitido dar una nueva vuelta de tuerca en el proceso de privatización de la sanidad.

Lo que podía haber sido una oportunidad para rescatar la sanidad pública se ha convertido en negocio y espectáculo. Con todos los partidos políticos de acuerdo 2 , cada uno ha vuelto a su papel. La derecha ha aprovechado para degradar aún más los centros públicos privatizando cualquier actividad sanitaria; mientras, la izquierda institucional ha mirado para otro lado permitiendo que la derecha haga el trabajo sucio. Las enormes listas de espera y la falta de respuesta del sistema público han dado un nuevo empujón a cientos de miles de personas hacia los seguros privados 

                                                                                                     
                      'Surrealista': las funerarias de Nueva York luchan mientras aumentan las muertes por virus

Todo esto ocurre, además, cuando se hunden las condiciones de vida de millones de personas: se esperan nuevos recortes en las ya muy precarias pensiones públicas y se extiende la tragedia del paro masivo con su cortejo de desahucios, hacinamiento, cortes de luz, agua y gas por impagos y desesperación cotidiana en los barrios obreros; precisamente en los que se ceba la pandemia por el Covid 19.

Al mismo tiempo, los gobiernos de todos los colores están aprovechando esta situación para imponer medidas represivas que de otra forma tendrían una fuerte contestación social. Con la excusa del virus, han militarizado nuestras calles, y el control social de la población es un hecho que se ha incorporado a nuestra normalidad cotidiana con escaso cuestionamiento. La experiencia de otros países nos ha demostrado que, a mayor debilidad de los sistemas sanitarios, más necesidad han tenido de aplicarnos confinamientos medievales. Curiosamente hay disponibilidad económica para todo este despliegue, pero no para proveer a los centros sanitarios públicos de los recursos necesarios (espacios, personal, equipos de protección individual, etc..) para atender adecuadamente esta pandemia. Todo ello mientras la miseria se adueña de la vida de millones de personas. Queremos medidas sanitarias y sociales, no policiales.

En este punto nos reafirmamos: mientras el gobierno «más progresista de la historia» mantenga las leyes privatizadoras, nada de lo que hace a diario la derecha es ilegal, y continuará el desmantelamiento de la sanidad pública y el lucro privado. En efecto, absolutamente nada del masivo transvase de dinero público al capital realizado en diferentes CCAA (construcción de hospitales innecesarios, cesión a empresas privadas del rastreo, las inmunizaciones, pelotazos con fármacos innecesarios 4…) es ilegal ya que está sostenido por leyes de ámbito estatal que lo permiten.

Mientras, la «izquierda del capital» se ha dedicado a las performances más variadas, dirigiendo la atención de la población hacia los ejecutores del desastre, ocultando hábilmente a quienes mueven los hilos del proceso de destrucción de la sanidad. Seguir haciendo teatro de calle contra la derecha para ocupar páginas de periódicos no es más que una maniobra de distracción. La única forma de recuperar el sistema sanitario público es obligar a todos los partidos a blindar la sanidad contra el ánimo de lucro, y potenciar la atención primaria y la salud pública. Todo lo demás es puro espectáculo para autocomplacencia.

Ahora anuncian 8.000 millones de euros de los fondos de la UE, dicen que «para reforzar los servicios públicos», cuando lo previsto es que se destinen a la «colaboración público-privada». Ese eufemismo, que ya conocemos bien, significa que, si no lo evitamos, la sanidad pública seguirá agonizando, mientras que las grandes corporaciones serán las principales beneficiarias del fondo europeo de recuperación económica. Un inmenso bazar está en marcha.

Llevamos casi 20 años denunciando la privatización de la sanidad y a sus responsables, y la «izquierda del capital» se niega a eliminar las causas. No podemos seguir haciendo mala medicina. Hay que actuar sobre las causas de raíz y abrir un debate en todo el Estado sobre el modelo sanitario que queremos, que debe empezar por garantizar la asistencia sanitaria de calidad para todas las personas, democratizando el sistema y centrándolo en los determinantes sociales, económicos y ambientales de la enfermedad.

 

 Un Glovo, dos Glovos, tres Glovos

 

Por David Torres: El feudalismo está otra vez de moda, quién iba a decirlo. Desde que un ayatolá enfurecido puso precio a la cabeza de Salman Rushdie por haberse burlado de Mahoma en una novela, la Edad Media no ha dejado de ganar terreno en Occidente, entre el retorno de los fundamentalismos religiosos y la pérdida paulatina de los derechos elementales.

Pensábamos, ingenuos de nosotros, que las redes sociales iban a hacernos más libres, más conscientes, más personas, sin caer en la cuenta de que se llaman redes por algo. Es la misma paradoja por la cual la televisión, que podía haber sido el mayor instrumento educativo e informativo del pasado siglo, se fue convirtiendo poco a poco, canal por canal, en un estercolero lleno de mierda, un gallinero repleto de concursos idiotas y tertulias de portería.

Fue Adam Smith, el padre del liberalismo, quien advirtió que «los comerciantes del mismo gremio rara vez se reúnen, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público o bien por alguna subida concertada de precios». El economista que defendía la libertad de mercado añadió que no se le ocurría una tiranía peor que un gobierno formado por mercaderes. Resulta una trágica ironía que el infierno imaginado por Adam Smith se haya hecho realidad merced a la inventiva de unos cuantos negreros, la complicidad de los gobiernos, el descrédito de la solidaridad, la pachorra de los sindicatos y la ceguera de unas masas incapaces de ver que ya ni siquiera sirven como carne de cañón. La neoesclavitud promovida desde empresas como Amazon, Cabify, Glovo, Uber o Deliveroo se basa en la aquiescencia social, el viejo principio por el que el esclavo no quiere ser libre: quiere ser amo.

El descaro y la obscenidad de esta moderna raza de explotadores no conocen límites, hasta el punto de que anuncian cada una de sus rapiñas como si se tratase de una nueva conquista de derechos sociales. De este modo, Sacha Michaud, cofundador de Glovo, ha cantado las virtudes de su modelo de negocio, abogando por una mayor flexibilidad laboral, la posibilidad de que cualquiera de sus siervos sobre ruedas pueda deslomarse en Milán, Lisboa o Barcelona, sin jefes, haciendo dos o tres trabajos a la vez. Resulta escalofriante la serenidad con que este vendedor de cadenas de bicicleta habla de las maravillosas perspectivas abiertas a sus trabajadores, condenados a pedalear doce o trece horas diarias por un sueldo de mierda y en condiciones laborales pésimas. A lo mejor los capataces de las plantaciones de esclavos de Alabama, allá por 1857, también ensalzaban lo saludable que era para sus esclavos recoger algodón de sol a sol partiéndose el lomo.

El panorama que se nos echa encima no puede dar más asco. Sólo hay una manera de acabar con esta ignominia: no recurrir jamás a Glovo, a Deliveroo, a Cabify, a Uber, a Amazon, a cualquiera de estas empresas que considera que los derechos de los trabajadores están escritos en papel higiénico. Un término clave en este tocomocho es «flexibilidad», que en el caso de los vasallos de Glovo se refiere tanto a la agilidad pornográfica con que limpian los bajos de sus patronos como a su destreza para sortear guardabarros entre el tráfico. El otro término clave es «libertad», referida exclusivamente a la libertad de mantener esclavos. Libertad para qué, se preguntaba Lenin. Para esto.